San Rafael Guizar y Valencia
Rafael Guízar y Valencia nació en Cotija, Michoacán, el 26 de Abril de 1878, transcurriendo su infancia en una familia cariñosa y devota. Sacerdote. Misionero. Alumno de los Jesuitas en San Simón. Catedrático de teológia dogmática y director espiritual del seminario.
Fundó el colegio Teresiano. Misionero en Michoacán, Colima, Jalisco y Guerrero. Expatriado de 1914 a 1919, trabajó como misionero en Guatemala, donde en un año desposó a más de siete mil personas; igual hizo en su estancia en Cuba. Su distinguida carrera religiosa lo hizo merecer prontamente el Quinto Obispado de Veracruz , cargo aceptado el 1 de Agosto de 1919. Fué interrumpida varias veces por la persecución religiosa.
Xalapeño por destino, el siervo de Dios Rafael Guízar y Valencia, ahora beatificado y santificado, puso a nuestra ciudad en el conocimiento universal. Ganó el primer nivel de la canonización al comprobar las autoridades eclesiásticas pertinentes la dedicación de su vida a la fé, la esperanza y la caridad. Aunque esta calidad santa lo simbolice como patrono regional de Xalapa y Cotija, el hecho es que Monseñor Guízar y Valencia es reconocido mundialmente por sus virtudes heróicas y milagros.
Fueron numerosas las obras que este virtuoso hombre realizó en varios pueblos y ciudades del país, no descuidando sus servicios a los feligreses veracruzanos, a los que acudía sin interesarle distancia o los difíciles accesos. La gente que lo conoció recuerda a este varón siempre caminando apoyado en un resistente báculo.
También corre de boca en boca que a Guízar y Valencia no le importaba despojarse de las pertenencias que llevaba puestas, con tal de ayudar a los menesterosos. Una persona vió que a la salida de Coatepec, cuando el Obispo caminaba hacia esa población, se encontró con un mendigo descalzo al que le donó sus sandalias, continuando su rumbo sin zapatos.
Lo que sorprendió al mundo fue lo que ocurrió después de su muerte, el 6 de junio de 1938, en la ciudad de México. En vida, su deseo manifestado había sido que lo enterraran en un sencillo ataúd de pino; sin embargo, lo sepultaron en un lujoso féretro de acero. Tiempo después de haberse enterrado el cadáver, alrededor de una docena de años, cuando la iglesia decidió trasladar sus restos del Panteón Antiguo de Xalapa a la catedral, el féretro fué removido y de él salía agua que mojaba a quienes lo transportaban. El sorprendente líquido no despedía ningún olor, y lo que más asombró fué la incorruptibilidad del muerto y el buen estado de su vestidura. Se le depositó en la Catedral para que toda Xalapa lo viera y venerara. Un testigo cuenta que al mirarlo, recuerda que tenía los ojos medio abiertos y de un vivo color azul cielo.
El papa Juan Pablo II lo declaró beato (santo) el 29 de Enero de 1995 en la Basílica de San Pedro en Roma.
Fuente: Historia, cuentos y leyendas de Xalapa